El de Adrián Mansilla es uno de esos crímenes que tiene asegurado la tapa de un diario o varios minutos de aire en la TV y en la radio. Fue un homicidio en el que fueron nombrados dirigentes políticos, se escpeculaba con una cruel venganza por un robo, supuestamente, de dinero, pero en todos lados siempre se dijo, se dice y se dirá que en realidad la víctima se habría apoderado de un kilo de cocaína.
1. El caso
Una patota integrada por al menos ocho hombres, quienes se movilizaban en tres vehículos, se presentó en una casa pobre de Villa 9 de Julio el domingo 17 de agosto de 2003. Buscaban a Adrián. No lo encontraron. A su madre, María Florencia Páez de Mansilla, le dijeron que su hijo les había robado plata, que lo estaban buscando y que lo matarían cuando lo encontraran. La mujer jamás imaginó que le estaban diciendo la verdad.
Páez de Mansilla vio a su hijo horas después. Le transmitió el mensaje que le habían dado. Se asustó cuando el joven estaba cambiándose para salir. “No pasa nada”, le dijo antes de ir a buscar a un niño de 10 años que se transformaría en su ahijado y al que le quería regalar un par de zapatillas.
Mansilla y el menor se fueron hasta la ex Terminal para adquirir el regalo prometido. Allí fue sorprendido por un grupo de hombres que se movilizaban en una camioneta y en dos autos. Lo golpearon, impunemente, delante de todos y, a los empujones, lo hicieron subir a uno de los vehículos de menor porte. El niño que buscaba sus zapatillas salió corriendo, llorando de manera desesperada.
La mujer, a las pocas horas, comenzó a averiguar y cuando supo lo que había pasado, se presentó en la Policía. Denunció que una banda liderada por Miguel Ángel “Piki” Orellana, el jefe de su hijo, lo había secuestrado.
2- Polémica investigación
La causa llegó a manos de la entonces fiscala Teresita Marnero. Después de que los padres declararan en Tribunales, se ordenó la detención de “Piki” y de varios allegados. El hermano de José y Enrique Orellana estuvo oculto varios días hasta que el 22 de agosto de 2003 se presentó y quedó detenido.
Los otros involucrados que quedaron tras las rejas fueron José Alberto “Vivila” Rodríguez, Omar “Anaconda” Carrizo, Marcelo “Mudo” Romano, Marcelo “Negro” García, Ángel Alberto “Beto” Ibarra y Tomás “Cordobés” Ceballos. También fueron apresados Oscar “El Chino” Sarmiento (histórico líder de la barrabrava de San Martín) y José Véliz (secretario privado del por esos entonces legislador José Orellana), entre otros. En un primer momento fueron imputados por amenazas agravadas (en contra de la madre) y por la privación ilegítima de la libertad del joven de 26 años.
La investigación avanzaba a paso lento, muy lento. Tanto fue así que Carlos Posse, representante legal de los Mansilla, presentó un escrito que desató un escándalo en Tribunales. La nota fue considerada como agraviante por la fiscala. Ella se excusó del caso por considerarse insultada por el profesional. En la Justicia le dieron la razón y la causa pasó a la fiscalía entonces a cargo de María Raquel Asis. “Fue una estrategia complicada, pero terminó dando resultado. Logré destrabar la causa que se estaba cajoneando, pero también tuve que afrontar cuestionamientos éticos”, destacó el abogado.
El caso Mansilla tuvo repercusión nacional. Los familiares del joven, con la ayuda de la monja Berta Povalej (tuvo una activa participación en el crimen de María Soledad Morales), recolectaron fondos con una rifa y viajaron a Buenos Aires. Allí fueron recibidos por el entonces ministro de Justicia Gustavo Véliz. El funcionario se interesó en el caso y envió a Luis Duhalde (futuro secretario de Derechos Humanos de la Nación). El representante del PE nacional, además de conseguir la colaboración de Gendarmería Nacional y de la Policía Federal, se reunió con el entonces gobernador Julio Miranda.
“El mensaje que recibimos fue claro y fuerte. Junté a toda la plana mayor de la fuerza y les dije que serían desplazados si no ubicaban al desaparecido”, explicó Manuel Pedernera, que en esos momentos se desempeñaba como ministro de Gobierno de la provincia.
Con los rastrillajes realizados por las fuerzas nacionales y las provinciales se encontró de todo, menos rastros de Mansilla. En Monteros y en el camino a Villa Nougués fueron hallados dos cráneos humanos. En el cementerio de Famaillá dieron con dos cuerpos sin identificación que habían sido sepultados sin autorización del municipio, que era conducido por Enrique Orellana. Nunca se supo de quiénes eran esos restos ni qué les había sucedido.
3- El hallazgo
El tiempo pasaba y los imputados seguían insistiendo con su inocencia. Varios de ellos comenzaron a recuperar la libertad al no haber pruebas en su contra. Pero pasó lo que nadie esperaba que sucediera. Apareció un arrepentido que contó con lujos de detalles todo lo que había pasado. Todo.
Carlos “Pirucho” Chávez relató que él era uno de los ocho hombres que, por pedido de “Piki” Orellana, junto con otras personas, se presentaron en la casa de los Mansilla para buscarlo. Como no lo encontraron, fueron a buscarlo en otros puntos de la ciudad hasta que lo ubicaron en la ex Terminal. Allí, a golpes, lo obligaron a subir a un Fiat Duna que se marchó rumbo a Famaillá escoltado por una camioneta Isuzu y un Fiat Palio. En la entrada de esa ciudad, la caravana se detuvo para que bajara Norma Molina, la esposa de “Piki”.
Chávez contó que de allí se dirigieron hacia el paraje conocido como Sauce Guacho. Dijo que Mansilla estaba con vida a pesar de los golpes que había recibido. Señaló que “Piki” tenía un revólver en la mano y que le hacía disparos en los pies a la víctima para que hablara. Luego le entregaron una escopeta y le pidieron que se retirara unos metros para que hiciera guardia. Y escuchó otro estallido del arma. El testigo que quedó detenido, reconoció que no observó quién lo había matado.
“Nunca más pude dormir con tranquilidad. Cuando podía volvía al lugar, le arrojaba agua bendita, le ponía flores y le rezaba para que me ayudara. No aguanté más y decidí contar lo que realmente había sucedido”, le dijo a LA GACETA el testigo antes de que culminara el juicio.
La fiscala Asís envió una comisión al lugar que había marcado Chávez. Encontraron el cuerpo el 15 de octubre de 2003 y sumaron varios indicios que comprobaban los dichos del testigo.
El informe de la autopsia determinó que a Mansilla lo habían matado de un disparo en la sien cuando se encontraba de rodillas y con el rostro tapado con una bolsa arpillera. Antes de enterrarlo, cubrieron su cuerpo con cal para que no emitiera malos olores y fuera desenterrado por animales hambrientos.
4- El móvil
La Justicia contaba con todos los elementos necesarios para ir cerrando la investigación. Tenía identificado a los posibles autores del hecho, el cuerpo había sido encontrado, se sabía que la víctima había sido asesinada en una ejecución y que fue ultimado con un revólver calibre 32, mismo modelo del arma que “Piki” tenía registrado a su nombre y que nunca apareció. Pero faltaba conocer un detalle: el móvil.
Mansilla trabajaba para Orellana en el negocio de “Todo por $ 2” que tenía en 24 Setiembre al 400. Los imputados, insólitamente, se autoincriminaron al señalar que lo habían ido a buscar para que devolviera los $ 15.000 que había sustraído de la caja fuerte del local comercial que aún sigue funcionando. Los pesquisas y los allegados del joven asesinado no creyeron esa versión. Estaban convencidos de que había algo mucho más denso que obligó todo un operativo para secuestrar y asesinar al joven. Lo tomaron como un mensaje mafioso.
Páez de Mansilla, madre de la víctima señaló que su hijo era adicto a la cocaína porque sus compañeros y su jefe lo habían llevado al oscuro mundo del consumo. También indicó que “Piki” enviaba a Adrián dos o tres veces por mes a Buenos Aires a buscar misteriosos paquetes y que nunca le contó que tenían en su interior.
“Adrián era amigo íntimo de ‘Piki’, por lo que este debe haber tenido un motivo de mucho peso para matarlo así. Y creo que estamos hablando del negocio de las drogas”, señaló la hermana Povalej.
Desde esos días, hasta la fecha, en la calle se conoció una sola versión de cuál había sido el móvil del crimen. Mansilla se habría quedado con al menos un kilo de cocaína y se lo habría vendido a otro grupo. “Esa fue la teoría más fuerte, pero nunca se llegó a demostrar porque no se la investigó a fondo. Si se lo hacía, podían haber caído personas de mucho peso político, sin contar las consecuencias de los escándalos”, explicó Posse.
Los Orellana, en cambio, se encargaron de desmentir -como lo siguen haciendo hasta ahora- cualquier tipo de vinculación con el tráfico y la comercialización de estupefacientes.
5- A juicio
El 30 de diciembre de 2003, la fiscala Asis da por cerrada la investigación y le pide a la jueza Emma Lidia de Nucci que enjuicien a todos los imputados. A “Piki” solicitó que se le impute los cargos de participación primaria en los delitos de violación de domicilio, amenazas agravadas, privación ilegítima de la libertad y homicidio agravado.
La misma acusación pesó sobre “Anaconda” Carrizo, “Mudo” Romano, “Negro” García, “Beto” Ibarra, “Vivila” Rodríguez y “Cordobés” Ceballos, quienes supuestamente participaron en el secuestro y el homicidio de Mansilla.
A “Pirucho” Chávez, el testigo que permitió el esclarecimiento del caso, también lo envió al banquillo de los acusados. La fiscala pidió que sea enjuiciado por los delitos de participación secundaria en los delitos de amenazas agravadas y privación ilegítima de la libertad. En el mismo planteo, se solicitó el sobreseimiento de “El Chino” Sarmiento y Véliz, entre otros, por entender que no hay elementos de prueba acerca de su supuesta participación en los hechos.
Próxima entrega: Comienzan a surgir las dudas.